• Tabla de contenidos

    • [+]Preliminares (3)
    • [—]Introducción (4)
    • [+]América Latina (13)
    • [+]África Subsahariana (9)
    • [+]Mundo árabe (11)
    • [+]Rusia (11)
    • [+]India (11)
    • [+]China (9)
    • [+]Conclusiones (6)
    • [+]Anexos (1)

Introducción

La edición digital en el mundo en desarrollo: ¿imitación o evolución autónoma?

En los últimos 15 años, la revolución digital ha modificado de raíz la forma en que los bienes culturales son producidos y distribuidos. La música ha sido probablemente la primera industria afectada, pero el impacto alcanza hoy a todos los sectores, en particular al mundo del libro. En efecto, los e-books, los audiolibros, la impresión bajo demanda, las tiendas virtuales y la expansión de los teléfonos celulares han transformado profundamente el modo de circulación de los textos.

Como bien se sabe, existen marcados contrastes en la asimilación de estas tecnologías según cada región. Las naciones industrializadas –en particular EEUU, Canadá, Europa, Japón y Corea del Sur–[1] cuentan con servicios de Internet sumamente eficientes y recursos humanos abundantes. Así, sus empresas disponen de un margen de acción considerable a la hora de ensayar con hardware, software y nuevos modelos de negocio de edición digital, lo que hace que compañías como Amazon, Apple, Google o Sony sean tomadas como referentes en los medios de comunicación y en los eventos profesionales de todo el planeta. Ahora bien, es claro que en el caso de los países del Sur, las limitaciones de infraestructura y los débiles índices de desarrollo humano dificultan el fortalecimiento de la edición electrónica tal como se la conoce en las regiones más avanzadas.[2] Y por cierto, las pocas noticias que trascienden acerca de la edición digital en el mundo en desarrollo generalmente se relacionan con las incursiones realizadas por los mismos actores del Norte.

Así, la conclusión a la que se llega en numerosos artículos y conferencias internacionales es que, para promover la edición electrónica, a los países del Sur sólo les queda esperar el aterrizaje de los exitosos modelos del Norte. Sin embargo, esta inferencia resulta muy objetable. Para empezar, hasta el momento no parece sencillo identificar un “sistema exitoso” de edición digital, ni siquiera en los países avanzados; en efecto, las cifras de ventas de publicaciones a través del Kindle Store de Amazon[3] o de los iBooks de Apple son poco conocidas, lo que impide saber en qué medida estas plataformas de edición representan en sí mismas un modelo tan lucrativo como se publicita.[4] De hecho, los constantes cambios en la fijación de los precios de venta, en la definición de los formatos o en la aplicación –o no– de DRM muestran que incluso los grandes jugadores están tanteando el camino.

En segundo término, debemos preguntarnos hasta qué punto sería útil reproducir en el Sur los prototipos del Norte. A las disparidades de infraestructura hay que sumarles enormes contrastes culturales, lingüísticos y hasta religiosos. Por cierto, en los modelos digitales se expresa mucho más que una mera herramienta: con la llamativa carga de egocentrismo contenida en su mismo nombre y la atracción producida por un logo que remite entre otras cosas al pecado bíblico, un iPad bien puede fascinar a un joven occidental –educado en determinada tradición–, pero no conmoverá de la misma forma a un ciudadano indio o camerunés. Y, como indicaremos más adelante, la experiencia de leer en una pantalla de celular representa para un usuario chino, por ejemplo, algo muy distinto a lo que puede significar para un usuario europeo, debido a la diferencia cualitativa de los caracteres utilizados en cada caso. Por supuesto, una empresa como Apple seguramente encontrará un nicho muy rentable entre las clases más opulentas de los países en desarrollo, pues los patrones culturales y de consumo de esos sectores a menudo no hacen sino imitar aquellos del Norte. Pero lo interesante sería interrogarse sobre los modelos digitales que podrían impactar no sólo sobre el 20% de los ciudadanos más acaudalados de los países en desarrollo, sino sobre el resto de los habitantes, es decir sobre el grueso de la humanidad.[5]

En tercer lugar, dada la enorme masa poblacional y sobre todo el acelerado crecimiento económico que observamos en muchos países del Sur, resulta difícil creer que el mundo en desarrollo no esté realizando su propio aporte a la era electrónica. Más allá de los incontables proveedores de servicios IT en India y fabricantes de hardware en China que sostienen a las plataformas occidentales detrás de escena, en el Sur se están implementando ahora mismo proyectos de edición digital originales e innovadores, plataformas locales que un día podrán competir contra las extranjeras. De hecho, algunas de las experiencias de esta clase son tan dinámicas, que en vez de discutir quién será el futuro Apple de China o el Amazon de Sudáfrica, quizás pronto habremos de preguntarnos quién podrá ser el Shanda de EEUU o el m4Lit de Reino Unido.

 


 

Notas    
  1. Respecto de la diferencia entre países industrializados y países en desarrollo, hemos optado por seguir la clasificación ofrecida por el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su informe de abril de 2010, aunque en el capítulo sobre China hemos incluido menciones a Taiwán y Hong Kong, que para el FMI forman parte de las economías avanzadas. Cf. “Emerging and Developing Economies”, International Monetary Fund.
  2. A lo largo de la exposición, utilizaremos los términos “Norte” y “Sur” como sinónimos de “naciones más industrializadas” y “países en desarrollo”, respectivamente, siendo conscientes de que la distinción es muy esquemática; en efecto, países en desarrollo como India o México se localizan en el hemisferio norte y, a la inversa, un país de renta alta como Australia se ubica en el hemisferio sur. Por otra parte, emplearemos la expresión “país emergente” para referirnos al subconjunto de países en desarrollo que demuestran altas tasas de crecimiento y un importante peso geopolítico, en particular en el caso del grupo BRIC –Brasil, Rusia, India y China.
  3. Para evitar la innecesaria multiplicación de hipervínculos en el texto central, sólo aplicaremos links a los portales más destacados, en su primera aparición; el resto de las referencias irá en nota al pie.
  4. Apple suele difundir la cifra total de descargas, pero no la de ventas. El reciente proyecto de la empresa de Cupertino que apunta a impedir la distribución de publicaciones de terceros a través de su tienda puede constituir una señal de que las ventas en el iBookStore no han resultado tan elevadas como se esperaba, de modo que –podríamos suponer– las 100 millones de descargas anunciadas por Apple en marzo de 2011 corresponden a textos gratuitos. Cf. Cain Miller, Claire y Helft, Miguel: “Apple Moves to Tighten Control of App Store”, The New York Times, 1º de febrero de 2011 y “Starting With a Bookend: Today’s iBooks Announcement”, iSmashPhone. Por supuesto, esto no significa menoscabar el notable desempeño que sí ha demostrado el mercado de aplicaciones y música de Apple, cuyo rendimiento parece ser –al menos hasta ahora– mucho más exitoso que el de los libros.
  5. Los habitantes de las naciones del Sur representan alrededor del 82% del total global, de acuerdo con cifras recientes proporcionadas por el Banco Mundial. Cf. World Bank: “Population 2009”, World Development Indicators database, 15 de diciembre de 2010.

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