La tecnología y la web progresan en Rusia a una velocidad que parece superar las posibilidades de los editores tradicionales. Sin embargo, es claro que en este país lo digital podrá significar un considerable salto cualitativo en lo que refiere a la distribución de contenidos escritos.
Desde siempre, la edición rusa ha enfrentado un escollo evidente: la dificultad de distribuir libros en papel a lo largo de una geografía inabarcable. El escritor Andrei Guelassimov describe el fenómeno a partir de su propia experiencia:
Cuando escribí mi novela La sed, me encontraba viviendo en Siberia. En aquella época, no tenía ningún medio para publicarla. ¡La editorial más cercana se hallaba a varios miles de kilómetros! De modo que subí el documento a la web, de forma gratuita. Luego, cuando mi novela se publicó en papel, los editores quisieron quitarla de Internet. Pero recibí incontables cartas de lectores que vivían en regiones alejadas que me suplicaban que no retirara el libro de la red, pues ése era el único acceso de que disponían. Nuestro país es gigantesco; resulta difícil y caro transportar mercaderías. En Vladivostok o en Magadan, mi libro no puede conseguirse.[1]
En este sentido, opciones como las tiendas online, las bibliotecas virtuales e incluso la impresión bajo demanda constituyen un paso casi obligatorio. Tales tecnologías representan la única forma de lograr que un habitante de Siberia acceda a catálogos razonablemente similares a los de su conciudadano de Moscú y –sobre todo– que exista un criterio de igualdad respecto del precio que pagan uno y otro.
Asimismo, no son pocos los editores y autores que han sufrido persecuciones y censura por haber publicado textos sobre temáticas sensibles. El sello Ad Marginem, por ejemplo, recibió presiones directas por una novela de Bajan Shiryanov que trataba de drogas y por otra obra satírica de Vladimir Sorokin que caricaturizaba las figuras de Stalin y Khrushchev. En el primer caso, toda la edición resultó confiscada; en el segundo, Alexander Ivanov –director del sello– fue condenado a dos años de cárcel.[2] Tal como sugerimos en el estudio sobre la edición en el mundo árabe, lo digital puede resultar, también en Rusia, una vía de publicación más libre. Por supuesto, la censura también habita en la red, pero tiende a ser mucho menos eficaz –al menos por el momento. Otra razón, por lo tanto, para que los editores rusos exploren la vía electrónica.
En cualquier caso, resultará fundamental que los editores locales aceleren su exploración del campo digital, que ya no resulta una mera opción sino que se presenta como irreversible. Los sellos más establecidos tendrán probablemente mayores dificultades para adaptarse, debido a la estructura misma del negocio que han llevado adelante en las últimas décadas. Sin embargo, los emprendimientos más nuevos o más pequeños tal vez sí logren poner en marcha experimentos fructíferos, en la medida en que consigan relacionarse con los jugadores que han surgido en los últimos años –tiendas virtuales, distribuidores digitales, bibliotecas online, empresas de hardware e imprentas bajo demanda. De no ocurrir esta vinculación, difícilmente las plataformas y los dispositivos dispongan de suficientes textos locales, en cuyo caso las únicas perspectivas serán la piratería o bien el desembarco incontenible de los sistemas cerrados provenientes de EEUU –con sus e-readers y sus contenidos propios. Para acelerar la conformación de un “ecosistema” digital local, la vía más directa será poner en vinculación a aquellos nuevos jugadores con los productores de contenidos –autores y editores–, a través de todas las actividades posibles –conferencias, seminarios de formación y workshops. En ese sentido, la exposición Knigabait 2010, que congregó a numerosos emprendedores digitales durante la Feria del Libro de Moscú, fue un paso positivo. En contraste con los países hasta aquí examinados, Rusia no carece ni de infraestructura ni de capital. Así, los elementos para el gran salto electrónico parecen estar listos: sólo se precisa de una chispa que los ponga en contacto y que active su inmenso potencial.
- Cf. Cano, Amélie: “Le boom de l’édition numérique en Russie”, TV5Monde, 27 de mayo de 2010.↵
- Cf. Kalder, Daniel: “Notes from the Underground: Indie Publishing in Putin’s Russia”, Publishing Perspectives, 16 de marzo de 2010.↵
thierry quinqueton
/ 27/08/2011Passionnant le témoignage d’Andrei Guelassimov :
“Lorsque j’ai écrit mon roman La Soif, je vivais en Sibérie. À cette époque, je n’avais aucun moyen de le publier. La maison d’édition la plus proche se trouvait à des milliers de kilomètres ! J’ai donc mis le manuscrit en accès libre sur Internet. Ensuite, lorsque le roman a été publié sur papier, les éditeurs ont voulu le retirer du web. Mais j’ai reçu d’innombrables lettres de lecteurs qui vivaient dans des régions éloignées et me suppliaient de ne pas retirer le livre du web, parce que c’était l’unique accès dont ils disposaient. Notre pays est gigantesque ; il est difficile et onéreux de transporter les marchandises. À Vladivostok ou à Magadan, on ne peut pas trouver mon livre.”