• Tabla de contenidos

    • [+]Preliminares (3)
    • [+]Introducción (4)
    • [+]América Latina (13)
    • [+]África Subsahariana (9)
    • [+]Mundo árabe (11)
    • [+]Rusia (11)
    • [+]India (11)
    • [+]China (9)
    • [—]Conclusiones (6)
    • [+]Anexos (1)

Conclusiones

Conclusiones

La infraestructura tecnológica

Desde el punto de vista de la tecnología, son generalmente cuatro los protagonistas que reaparecen: el POD, las plataformas online, los e-readers –y tabletas– y los celulares.

El POD, relativamente fuerte en América Latina, está menos extendido en África subsahariana y en el mundo árabe, a pesar del importante avance que esta herramienta podría significar en países con pocas librerías y un frágil sistema de distribución. Aquí convendría actuar en varias direcciones, todas ellas exploratorias:

1) En algunas ciudades, habría que evaluar la perspectiva de instalar terminales de POD en librerías, bibliotecas y centros educativos. La única manera de financiar semejante iniciativa será a través del sector público o de aportes de fundaciones, pues, en términos comerciales, difícilmente la inversión se recuperará. Dado que el manejo de estas máquinas exige un know how particular, habría que tener en cuenta en la ecuación a los imprenteros que ya actúan localmente. A priori resulta muy complejo esbozar un esquema que sirva para todos los casos, de modo que convendría primero realizar un mapeo de las ciudades e instituciones que podrían albergar un sistema de estas características y medir la factibilidad de tal iniciativa según la calidad de los actores que se encuentran allí. Los desafíos a resolver son de todos modos considerables: ¿a qué precio se comercializarán los libros? ¿quién cobrará por estas ventas? ¿cómo se pagarán las regalías? ¿cómo se protegerán los archivos?

2) Otra posibilidad es trabajar con modelos de POD menos convencionales, como propone Paperight en Sudáfrica. En este caso, habrá que esperar unos meses para mensurar el impacto del proyecto original. La experiencia servirá incluso para hallar respuestas a los interrogantes que señalábamos en la opción anterior. De todas formas, estas cuestiones abiertas podrán tratarse en los proyectos de formación y vinculación que describiremos en el apartado siguiente.

3) Para abastecer de contenidos a las diferentes alternativas de POD, será indispensable que los editores locales dispongan de versiones electrónicas de los interiores de las tapas de sus libros, así como de los respectivos metadatos. Como en África subsahariana y en el mundo árabe los editores no siempre cuentan con estos archivos, habrá que implementar campañas de digitalización, también recurriendo a diferentes aliados que ya están en el terreno –como los departamentos de informática de las universidades, que en ciertas ciudades son las pocas instituciones que cuentan con escáneres. Obviamente, los archivos servirán no sólo para el POD sino para muchas otras variantes.

4) El POD significa también la posibilidad de comercializar libros a escala global, aunque sin los gastos de envío normalmente asociados a una exportación. Así, un editor indio, guatemalteco o gabonés podrán vender sus títulos en EEUU o Europa, utilizando los servicios de empresas que imprimen los ejemplares en esos mismos países, a pedido. Obviamente, esta atractiva oportunidad tampoco se halla exenta de desafíos técnicos y comerciales: además de la dificultad de contar con los archivos adecuados, ¿cómo hará este editor del Sur para cobrar por las ventas? En efecto, los grandes agregadores no suelen manejarse con giros al mundo en desarrollo, sino con transferencias a EEUU y Europa, o a lo sumo con cheques –que un editor del Sur tendrá grandes dificultades en cobrar. Aquí, convendría trabajar en un plan piloto con los miembros de la Alianza Internacional de Editores Independientes: la Alianza podría abrir una cuenta bancaria en Europa y otra en EEUU, a fin de que las eventuales regalías sean dirigidas hacia allí; el pago final a los editores podrá hacerse en serie, cada 6 meses, a través de Western Union, transferencias locales u otros sistemas a explorar. Si la experiencia funciona, luego podrían sumarse otros editores y construir un sistema más estandarizado.

En cuanto a las plataformas online, quitando excepciones como DC Books en India, las instancias más dinámicas provienen de empresas locales de software o de videojuegos, más que de actores tradicionales del sector del libro. Salvo en el caso chino, estos sitios del mundo en desarrollo suelen ser abastecidos por agregadores extranjeros (en particular españoles, ingleses y estadounidenses), pues les resulta arduo conseguir contenidos autóctonos.

Aquí habría que trabajar en dos direcciones:

1) Estimular la vinculación entre tiendas virtuales y agregadores del mundo en desarrollo.

2) Acelerar la distribución de contenidos locales por parte de los agregadores existentes, tanto nacionales como globales.

El primer punto podría incluirse entre las actividades de formación que detallaremos luego. Para el segundo aspecto, una respuesta eficaz es la digitalización de los contenidos editoriales, necesidad que también aparece en el POD. Claro que aquí surgen otros retos, por ejemplo definir en qué formato conservar los documentos –ePub, PDF, mobi, etc. Como regla general, conviene que los editores preserven el archivo original de diagramación –en InDesign, Quark, Scribus, por ejemplo–; si no cuentan con ello, que al menos intenten conservar un PDF o imágenes en alta definición de cada página. Igualmente, estas reglas básicas también podrán trabajarse en las instancias de formación.

En los países donde todavía no existen tiendas online ni agregadores digitales, a menudo resurge la propuesta de crear plataformas conjuntas entre varios editores. Dadas las complejidades técnicas y comerciales que se derivarían de un sistema de tales características, pensamos que por el momento la opción más razonable sería trabajar con plataformas ya existentes, tanto del Sur como del Norte, negociando condiciones que resulten equitativas y sustentables: por cierto, es tan extraordinaria la sed de contenidos de estos agregadores, que no sería imposible obtener términos muy ventajosos para los editores. Por otra parte, aquí también puede aplicarse la propuesta de recaudar las regalías de forma centralizada. Antes que generar plataformas conjuntas, sería urgente contribuir a que los editores del Sur que quieran comercializar o difundir sus publicaciones en el exterior dispongan cuanto menos de una página web. Para esto pueden proporcionarse plantillas libres –de WordPress o Joomla, entre muchas otras opciones– y tutoriales que faciliten su instalación. De todos modos, volveremos a estos temas más adelante.

En el campo de los e-readers y las tabletas, China y Rusia se ubican a la cabeza de la producción mundial. Tanto allí como en India y Brasil –países que también han incursionado en la materia– los dispositivos autóctonos suelen presentar numerosas ventajas respecto de modelos importados como el Kindle o el iPad:

1) En primer lugar, a veces resultan más económicos, gracias al ahorro en los gastos de envío y de aduana.

2) Por otra parte, generalmente están diseñados en función del público local; así, por ejemplo, algunos dispositivos cuentan con una interfaz en idiomas regionales, algo que los dispositivos del Norte no contemplan.

3) Además, suelen disponer de una conexión permanente con plataformas también nacionales, que demuestran un mayor tacto a la hora de fijar precios y escoger textos atractivos para los lectores del lugar.

Aquí resultaría interesante explorar zonas de colaboración entre países del Sur que han realizado grandes progresos en la industria del hardware y otros que carecen de ese saber pero cuya abundante producción de contenidos hará inevitable tarde o temprano la fabricación de dispositivos adaptados a la realidad local. Tal como algunos entrevistados advierten, no sería realista esperar que todos los países en desarrollo produzcan un día sus propios e-readers, pero sí al menos ayudar a mostrar que EEUU y Japón no son los únicos fabricantes –ni siquiera los principales. De modo que empresas de hardware en México, Colombia y Argentina bien podrían encontrar una fuente de inspiración en la experiencia de países como Brasil, Rusia, India y China, que enfrentan retos afines.

Un área de gran potencial en todas las regiones es, como vimos, la red de teléfonos móviles. India, China y Sudáfrica se muestran a la vanguardia, y en ocasiones los emprendedores locales cuentan con un know how comparable al de otros actores de Europa o EEUU. Dado que hasta el presente han sido relativamente pocas las experiencias de distribución de literatura a través de celulares en la mayoría de los países en desarrollo, los actores de estas regiones tienen mucho por aprender de las exploraciones indias, chinas y sudafricanas.

Todavía falta muchísimo por explorar, tanto respecto de formatos como de modelos de negocio, pero las oportunidades en este terreno son extraordinarias, por varios motivos:

1) Los celulares constituyen una plataforma ya existente y de gran penetración, en toda la pirámide social.

2) En muchos países de África, los teléfonos móviles ya incorporan sistemas de pago electrónico, de modo que los editores disponen allí de una plataforma comercial privilegiada.

3) La red celular es particularmente beneficiosa para los editores locales, pues las empresas internacionales que quieran utilizarla para distribuir contenidos deberán primero pasar por los idiomas regionales, y la opción de traducir textos extranjeros les resultará demasiado engorrosa y no siempre lucrativa. Los editores autóctonos, en cambio, cuentan con la formidable ventaja de encontrarse en el terreno y de estar en contacto con autores que publican en ese mismo idioma, además de que conocen mucho mejor las necesidades del público.

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