La primera observación que un visitante podría realizar respecto de la edición digital en África subsahariana es que la misma se halla en un estado absolutamente embrionario. Por empezar, la presencia de e-readers es mínima. Un dispositivo como el Kindle cuenta con una cobertura de red tan limitada que, a febrero de 2011, tan sólo 7 países –Sudáfrica, Namibia, Botswana, Kenia, Gabón, Nigeria y Ghana– acceden a esta prestación.[1] Por otra parte, dada la disparidad entre el precio del dispositivo –incluyendo gastos de envío y de aduana– y el salario promedio de la población, únicamente los habitantes más acaudalados son capaces de adquirirlo. En noviembre de 2009, Arthur Attwell, consultor y director del sello sudafricano Electronic Book Works, hacía estas reflexiones a propósito de la introducción del dispositivo de Amazon en su país:
Considero muy poco probable que el Kindle tenga un impacto significativo en Sudáfrica. Es demasiado caro para la mayoría de las personas (en especial cuando se agregan los gastos de envío) y probablemente sólo lo adquieran unos pocos ricos aficionados a la tecnología.[2]
Desde marzo de 2010, la organización Worldreader ha entregado copias del dispositivo de Amazon a estudiantes de Ghana, a fin de explorar las reacciones de estos jóvenes frente a la tecnología digital.[3] Según David Risher, fundador de Worldreader y ex ejecutivo de Amazon, el objetivo de mediano plazo es abaratar lo más posible el costo de cada libro leído gracias a la tecnología:
La falta de acceso a los libros ha sido resuelta por los e-books. Detrás de esto no hay ningún plan comercial de llevar e-readers al mundo en desarrollo. [4]
Con todo, Jonathan Wareham, un profesor de ESADE (Barcelona) que ha estudiado el caso, advierte que para poder avanzar, Worldreader debería crear un sistema de contenidos, distribución, pedagogía, administración, así como lograr apoyo administrativo, cultural y político. Los desafíos, agrega Wareham, son inmensos: el objetivo inicial del proyecto era luchar contra el analfabetismo, pero termina enfrentándose con la necesidad de cambiar las reglas culturales.[5] Risher es de todos modos optimista, pues considera que como los maestros ya saben usar los libros, el programa Worldreader –en ocasiones denominado el proyecto “One Kindle Per Child”–[6] resultaría más sencillo de implementar que otras iniciativas como One Laptop Per Child (OLPC).[7] La mención de Risher no resulta inocua, pues da cuenta de la rivalidad existente entre estos dos experimentos de instalar tecnologías de lectura en el mundo en desarrollo.
Presidida por Nicholas Negroponte, OLPC es también una asociación sin fines de lucro, basada en Delaware (EEUU), que desarrolló la XO, una computadora portátil de bajo costo y reducido consumo energético que puede ser utilizada en los lugares más remotos y en los ambientes más adversos. Según se lee en su sitio web, la misión de OLPC es fomentar la educación de niños en edad escolar en países en desarrollo. OLPC ha elaborado hardware, software y contenidos para más de dos millones de alumnos y profesores, y ha llevado adelante diferentes experiencias en África subsahariana. La organización recibe el apoyo financiero de empresas como eBay, Google, News Corporation y Red Hat.
El interrogante que se plantea –y que tiene muchas implicaciones en el área de la edición digital– es qué clase de contenidos llevan los Kindles de Worldreader o las laptops de OLPC en África. Según noticias difundidas por OLPC, los usuarios de la XO ya pueden acceder a centenares de miles de e-books gratuitos, provistos por la fundación Internet Archive, de San Francisco.[8] Claro que no se especifica qué pasa con los alumnos y profesores que requieran contenidos personalizados, en particular cuando –como habitualmente ocurre– los repositorios extranjeros carecen de literatura en idiomas locales.
OLPC Francia ha impulsado en 2010 la incorporación de un libro electrónico en idioma malgache en las XO de la isla de Nosy Komba (Madagascar). Jeunes Malgaches, una editorial independiente local, se sumó a la iniciativa y aportó el primer texto.[9] Según Marie Michèle Razafinstalama, directora del sello:
OLPC Francia descubrió que cuando se implantan libros extranjeros, surgen dificultades, porque siempre existe la barrera de la lengua. En algunos países, los libros en francés pueden funcionar, pero el problema es que estos libros nunca están adaptados. O sea que el contenido no está preparado para el contexto, y los niños no se reconocen en esa clase de libros.[10]
Además de ese título en idioma malgache, las laptops llevan 12 libros electrónicos en francés. Razafinstalama opina que esos textos tendrán menos probabilidades de interesar a los alumnos, porque en el primario los niños aún no comprenden bien ese idioma extranjero. Por otra parte, no parece haber todavía un modelo de negocio claro para los editores, ya que hasta el momento se trata de una iniciativa sin fines comerciales: Jeunes Malgaches cedió gratuitamente los derechos de autor, OLPC recibió el texto en versión PDF y luego lo adaptó al dispositivo. Con todo, un editor como Sékou Fofana, del sello Donniya, de Mali, ve una ventaja en incluir textos locales en las XO:
En términos comerciales no hay gran cosa para ganar. Pero en términos de reconocimiento, de difusión, puede ser una buena opción.[11]
Más allá de las virtudes que puedan hallarse detrás de Worldreader o de OLPC, lo seguro es que ambas iniciativas parten de una plataforma tecnológica que busca instalarse “desde arriba”, en contextos completamente heterogéneos.[12] Como puede esperarse, los inconvenientes no tardan en llegar: falta de contenidos adaptados a los usuarios, ausencia de un modelo de negocio pensado para los creadores y emprendedores locales; en síntesis, son proyectos que primero arrojan una tecnología en el terreno y luego enfrentan el problema de generar nada menos que un “ecosistema” –humano y de infraestructura– ad hoc.
Worldreader y OLPC han alcanzado notoriedad internacional –sin duda a causa de la envergadura de los actores y aportantes involucrados–, pero no son los únicos proyectos relacionados con edición digital en África subsahariana. Muy por el contrario, existen innumerables emprendimientos locales que parten de premisas muy distintas.
- Cf. http://client0.cellmaps.com/viewer.html?cov=2&view=intl.↵
- Cf. Cummiskey, Gary: “The Kindle arrives in South Africa”, The Bookseller, noviembre de 2009. En otro artículo, Attwell se refiere a este sector como la “burbuja del Primer Mundo”, más allá de la cual los e-readers difícilmente tendrán alguna incidencia. Cf. Attwell, Arthur: “Applying publishing tech in southern Africa”, On technology and information in the developing world, octubre de 2009.↵
- De acuerdo con su sitio web, Worldreader es una organización sin fines de lucro que procura acercar bibliotecas enteras a las personas del mundo en desarrollo, utilizando herramientas digitales como los e-readers. Su lema es “Libros para todos”.↵
- Boss, Suzie: “What’s Next: Curling Up with E-Readers”, Standford Social Innovation Review, invierno de 2011.↵
- Ibidem.↵
- Un Kindle por niño. Cf. Fowler, Geoffrey A.: “Nonprofit Tries One-Kindle-Per-Child In Ghana”, Digits: Technology News and Insights (The Wall Street Journal Blogs), 5 de agosto de 2010.↵
- Ibidem.↵
- Cf. Roush, Wade: “Internet Archive Opens 1.6 Million E-Books to Kids with OLPC Laptops”, Xconomy, 24 de octubre de 2009.↵
- Cf. Razafintsalama, Marie Michèle: “Le premier livre jeunesse malgache en numérique”, Presse Edition et Diffusion (Prediff).↵
- Entrevista personal, diciembre de 2010.↵
- Ibidem.↵
- Resultan interesantes en este punto las críticas tempranamente esbozadas por Lee Felsenstein: “Problems with the $100 laptop”, The Fonly Institute, 10 de noviembre de 2005.↵
thierry quinqueton
/ 27/08/2011“L’absence d’accès aux livres a été résolue grâce aux e-books. Il n’y a derrière cela aucun dessein commercial d’assurer des débouchés pour les e-readers dans le monde en développement.”
Alors là, le monsieur de “Worldreader”, il en plein “rêve de l’homme blanc”. Ton analyse sur la place – ou l’absence de place – des contenus émanant des créateurs et intellectuels africains dans ces modèles est très juste.